domingo, enero 07, 2007

CAPÍTULO 3 4ª parte

- Bueno pues ahí le va. A ese día le siguieron tres días mas de silencio absoluto, hubo quien al darse cuenta de lo ocurrido aquella noche huyó, no se si por vergüenza o por miedo, otros se quedaron intentando organizar sus vidas, entre estos estoy yo, que como puede comprobar no lo he conseguido, pues me he convertido en un borracho sin futuro. La gente de este pueblo está muy desorientada, no tienen un rumbo definido, todavía no se han asimilado las revelaciones, ni creo que se asimilen jamás. La doctrina cristiana estaba demasiado arraigada aquí. Encontrar un sentido a todo se les hace muy cuesta arriba y allí apareció ella para mostrarles el camino. Sea cual fuere este, les dio igual, sólo querían saber donde ir.
- ¿Entonces por qué la critica? Les dio lo que ellos necesitaban.
- Mire usted, ha perdido completamente el juicio. Durante esos tres días de silencio debió leer el diario del cura, y así el día uno de abril compareció ante el pueblo.
- ¿Ante todo el pueblo?
- Sí, todo el pueblo. Todos fuimos obligados a ir. Manolo el panadero, Ovidio y sus secuaces se encargaron de comunicárnoslo: “La señora Carmen tiene importantes cosas que decir, esta noche todo el mundo debe estar en la tasca de Bartolomé” Para entonces Carmen ya no era la furcia del pueblo, era toda una señora y además Señora con mayúsculas ¿Cómo lo ve?
- ¿Qué quiere que le diga? Aun no puedo formarme un opinión, ni usted ni el enterrador son elementos objetivos...
- ¿Elementos objetivos? ¡Nadie puede serlo ya! Porque a todo el mundo le está afectando de un modo u otro.
- Creo comprender...
- A las nueve en punto, tal y como dijeron compareció. Aquella noche, Carmen estaba especialmente comedida, todos nos quedamos perplejos ante semejante cambio. Ella siempre había dado la nota en todas partes, pero ese día enseñó una nueva cara, se mostró como si fuera una persona educada, en el pueblo estábamos acostumbrados a sus salidas de tono, muy propias de su profesión, pero aquel día uno de abril nada fue lo mismo. Su aspecto había cambiado, esa cara áspera y fofa, demacrada por un sinfín de sinsabores y penurias, ni siquiera lucía sus pinturas de guerra, ya no tenía que aguantar la respiración para poder enlutarse esa ridícula minifalda que ya a nadie escandalizaba. Debió ponerse algún vestido de su difunta madre y por primera vez se colocó unas gafas de miope que hasta le daban un aire intelectual. De verás parecía una cuarentona más de las de por aquí. Fue todo muy ceremonioso, incluso recuerdo que fue anunciada su llegada a la tasca como si se tratase de una autoridad importante, confieso que me quede de piedra al verla, bueno yo y el resto del pueblo.
- Imagino la reacción de todos, menudo cambio.- El tema no queda ahí, nuestro asombro fue creciendo a medida que fueron transcurriendo los minutos. Se sentó en una especie de trono, un trono que no era nada más que la silla de la iglesia del cura, y que le habían traído sus perros. En medio de una gran solemnidad se dispuso a soltar toda esa sarta de estupideces. Ella lo denominó “La Nueva Doctrina de Convivencia”

No hay comentarios: