martes, octubre 03, 2006

CAPITULO 1, TERCER DÍA

25 de mayo del año 0. Conscientes ahora del incorrecto enfoque de las religiones, el miedo a lo desconocido y la necesidad de creer en algo superior son recursos de fe impuestos a lo largo de la historia de una manera opresiva, ahora se vuelven contra nosotros porque ya no temen el futuro. La historia de la humanidad viene ligada a un continuo sacrificio en pos de la vanidad de muchos hombres que creyeron ser tocados por algo superior. Pueblos enteros sufrieron y murieron por nada, ahora se arrepienten de su propia historia, es doloroso asumir que se ha muerto y se ha matado durante siglos por una quimera. Llega el momento de romper radicalmente con la propia memoria histórica de tu nación, y así romper con la propia identidad. . Ya no hay vuelta atrás, situados en el punto cero de una civilización que quiere romper con lo anterior de la manera más rápida, también la más cruenta. Juzgan y culpan a Cristo, Ala, Yahvé y a todos los demás del devenir de nuestra historia. Tal vez fuera la única forma de sobrevivir a nuestra propia existencia.

Llevo más de veinte horas intentando asimilar lo que pasó ayer, y aun no puedo. Sus últimas palabras siguen martilleando mis oídos. - ¡No puedo odiarle! usted no me enseño... -¡Adiós padrecito!- El siempre se despedía así, esa frase se repite una y otra vez sin descanso. Fueron solo unos segundos, de repente; quizá pude hacer algo por él, no pude o no quise, no lo sé. Mientras se despedía iba levantando lentamente el arma, cesó de llorar, incluso esgrimió una sonrisa justo antes de hacer saltar sus sesos por toda la habitación.

Por un momento todos los músculos de mi cuerpo se relajaron, sentí un gran alivio, respiré rápida y profundamente, como si estuviera buscando algo de aire en mis pulmones, como si quisiera sentir plenamente la vida en mi último aliento, convencido de que esos eran mis últimos momentos de vida, luego un largo suspiro de calma que se entrecortó bruscamente al ver como casi mecánicamente, Juan se introducía el cañón de la pistola en su boca. Ese alivio se tornó en horror, al tiempo que el sonido seco del disparo se llevaba la vida de Juan. Una vida más.

No puedo dejar de mirar lo que queda de él, su cuerpo está aún ahí, bañado en sangre y trozos de masa cerebral, como el mió. Los primeros momentos de desconcierto e impotencia han dado paso al autoconvencimiento de la lógica de su muerte, el al fin y al cabo, buscaba lo mismo que yo, vino aquí buscando liberarse de su pasado, creyendo que vengándose y acabando con el símbolo vivo de su filosofía de vida le daría esa sensación de libertad. Se dio cuenta que una persona buena como el no conseguiría nada con esto, también fue consciente de manera plena de la gran losa que llevaba en sus espaldas, el peso de un modo de vida, del convencimiento de como sentir, de como vivir, de como ser y como estar en este planeta, fue consciente de que ya no hay sitio aquí para personas como el.

La expresión de su cara en los últimos momentos lo decía todo, una gran felicidad, sintió que estaba haciendo lo que debía por última vez, tal y como hizo toda su vida, yo también se que debo caminar en el mismo rumbo que el, la diferencia es que el tuvo el valor y la voluntad necesaria para hacerlo y yo no lo tengo.

Siempre prediqué sobre el suicidio como en la forma rápida de finiquitar los problemas, siempre dije que es un acto irreconciliable con la fe, que era un síntoma de cobardía y debilidad ante las dificultades que se nos presentan en el camino. Ahora me doy cuenta de lo equivocado que estaba. Tanto la existencia de Juan, la mía y la de otros muchos han dejado de tener un sentido real, porque todo se nos ha venido abajo, y cuando en la vida ya no queda ni un resquicio donde hurgar en busca de alguna esperanza, donde no es que no se encuentre el rumbo, es donde ni siquiera encuentras un camino en el que caminar y aun menos se sientan las fuerzas que te impulsen a seguir caminando por ese camino, ahora sé, que el suicidio es la única salida. El problema es como cruzar esa puerta de salida, hay que tener mucho valor o que la propia desesperación te empuje hacia la locura y que esta te ejecute.

Me falta poco, apenas unas horas o tal vez, unos días más, solo sé que el fin está próximo. Dejaré el cadáver de Juan ahí, cerca de mí, con un poco de suerte esa pavorosa imagen, el olor de su cuerpo en descomposición y sus inquilinos, esos asquerosos gusanos terminen con la escasa resistencia que ofrece mi cobardía... Buenas noches mi buen Juan...

¡Otra vez ese sueño! ¡Mi muerte...! ¿O era la de una civilización? Es extraño, pero en este sueño no encuentro un sentimiento de alivio, todo lo contrario. Tendido en medio de un cruce de caminos, allí donde miro veo una senda. Me asfixio poco a poco, es casi real, y no hago nada por evitarlo, después llegan dos niños y me miran. No expresan nada, se limitan a observar mi muerte con una cruel indiferencia que me ahoga aun más, al fin muero, Ellos siguen su camino, uno ríe y el otro llora. En la encrucijada de caminos no dudan, prosiguen por el camino principal sin desviarse del mismo, a medida que se alejan van disminuyendo su llanto y su sonrisa, al final solo hablan animadamente de cosas triviales.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Broder, me gusta mucho tu estilo de narración.
Encuentro entre todos tus textos, eso si, un cierto aire de catarsis de mundo imperfecto y sin retorno, que no me parece mal, lo veo asi también, pero que sea cual sea la temática tiene ese velo de "abran los ojos que desaparecemos".
Un abrazo
Pato

Anónimo dijo...

Sigue asi y llegaras a sthepem king jejejeeje no empieza mal la narracion.
Saludos
queseyo