miércoles, octubre 04, 2006

CAPÍTULO 1, CUARTO DÍA

26 de mayo del año 0. Los científicos no calcularon las consecuencias de sus investigaciones, o si lo hicieron no fueron previsores, se lo dijeron al mundo de repente, un domingo como cualquier otro. Aquél día nadie se atrevió a asistir a los oficios de las once, yo tampoco fui, permanecí horas llorando desconcertado, desorientado y sobre todo desconsolado, como tantos otros. En esta ocasión solo y desamparado, sumergido en un mar de dudas, balbuceando su nombre más por hábito que por una cuestión de fe, rogándole que todo fuera una pesadilla, una horrible pesadilla. El ya no está con nosotros porque nunca existió, ¿Cómo decírselo a mis feligreses?, ¿Cómo explicar que todo fue un error, que fue una gran equivocación? Toda mi vida tratando de "llevar por las sendas del señor" a esa pobre gente, convenciéndoles de una quimera. Únicamente los más prudentes y centrados sicológicamente podrán reciclar las enseñanzas de esos dioses creados por nosotros mismos, humanizándolas, aceptando los dogmas como la única solución a la compleja socialización del ser humano. Las divinidades caerán en el olvido mientras sus profetas deberán tomar el verdadero protagonismo, ellos fueron los guías de la civilización, los filósofos como Cristo o Mahoma determinaron el camino, delimitando la maldad y la bondad, su única equivocación fue influir en el destino de los hombres con el premio o el castigo, el reino de Dios o la privación del mismo. Casi todos lo creímos. Tal vez ellos mismo también se lo creyeron. Los hasta ahora incrédulos tendrán que tornarse como los nuevos profetas de una humanidad deshumanizada, filósofos ateos y agnósticos renombrados deberán tomar un lugar privilegiado aconsejando prudencia y serenidad, diciéndole al mundo que en verdad la sociedad nació y creció gracias a una mentira, pero que tal vez resultara ser la única vía de subsistencia y desarrollo.

Aaagh!, mi estomago ya no soporto el dolor, parece como si me estuvieran taladrando el intestino. Llevo todo el día defecando, no sé el que, pues hace varios días que no como y casi ni bebo agua... otra vez... no me va a dar tiempo ni a llegar a la taza de! water ¡Dios! Es nauseabundo, ¿qué es esto?, mi aparato digestivo no defeca, es como si orinara a presión un líquido sanguinolento y mal oliente, que se esparce por mi habitación, ambientando aún más si cabe, el escenario de una muerte segura.

Ahora se con toda certeza que moriré, si no son ellos o yo mismo, la disentería hará el trabajo sucio. He visto morir a mucha por este mal, durante mis años en las misiones vi muchas personas morir por ello, las violentas diarreas y la deshidratación pueden destrozar cualquier cuerpo. Aquellos años en los que era un joven dispuesto a cambiar el mundo, o al menos a ayudar en ese intento absurdo. Impetuoso y fuerte, en continua lucha contra la injusticia, pero como todos perdiéndola día a día, aun así me creí invencible. Sin darme cuenta de los verdaderos motivos cambie el mundo de la acción solidaria por esta micro sociedad, la pequeña parroquia, en mi mundo, en un civilizado mundo entre comillas. Creí que era del cansancio o pensé que con los años era tiempo de que otro joven impetuoso y fuerte tomara mi lugar, ahora sé que inconscientemente di la batalla por perdida, pues nunca hubo tal guerra. Nuestro mundo siempre fue injusto, desde el principio, a lo largo de todo el tiempo y el espacio el destino deparó diferentes suertes para unos y otros dependiendo de las épocas. La comodidad y el bienestar de algunos se asientan a la desgracia de otros muchos. La pregunta que muchos se hicieron ante su desgracia,"¿Por qué me ha tocado a mí?", ahora ya no queda más que otra pregunta "¿Y por qué no?".

Al fin Juan me esta haciendo el ultimo favor, resulta macabro pensar que su cuerpo en estado de descomposición avanzada está proporcionando el marco idóneo para que esta enfermedad se desarrolle rápidamente en mí. Espero que no dure demasiado, la habitación y toda la casa se me vienen en cima, llena de recuerdos, de los un día me sentí orgulloso y de los que ahora me avergüenzo, no hay mucho consuelo para el estafado, yo siempre actúe motivado por lo que creí que era justo, pobre imbécil. Llega alguien, tal vez se hayan decidido a terminar con todo esto, hoy no les dejaré marchar así como así.

- ¡Qué mal huele, esto es pestilente!, no preguntabas de donde venía este olor, ¡pues ahí lo tienes!
- ¿Tu qué te crees que no tengo olfato?, déjate de jilipoyeces y pregúntale de una puta vez.
- ¿Hay alguien, ahí? ¡Maldita sea no tenemos toda la noche, salga de una vez!

¿Que querrán estos desdichados? hoy solo han venido cinco, Ovidio, Tomás, Carmen la prostituta, Simón el ateo y Don Antonio, es toda una representación del pueblo.

- ¡Sabemos que Juan vino por aquí antes de ayer!, y no se le ha vuelto a ver por el pueblo.
- ¡¿Que ha hecho usted con él, mal nacido?!

Preguntan por Juan, el pobre Juan. ¡Otra vez no! mi estomago, que dolor.

- ¿Que ha sido ese grito Don Antonio?.
- No lo sé, pero desde luego era la voz del párroco. Se lo advierto, hasta ahora he conseguido mantener su vida a salvo, esta gente está buscando una sola excusa para matarle. Si usted no da la cara no le garantizo nada.

Esos desgraciados son tan cobardes como yo. Necesitan una excusa, yo se la daré...

- ¡Ahí tenéis la excusa malditos!, yo le maté. Llegó aquí en busca de respuestas y no se las di, solucioné su vida acabando con ella de un tiro en la boca, ¿Queréis algo más, o tenéis bastante?
- ¿Don Antonio qué es eso que ha tirado por la ventana?
- ¡Maldita sea! no lo se, pero iré a comprobarlo.

Lo siento Juan, tu ya no necesitas tu cabeza y a mi me hacía falta, esa pobre gente sería incapaz de acabar con esto si su cobardía no fuera por superada por el afán de venganza, con un poco de suerte esto les incentivará. Ahí va el hombre más responsable de de este pueblo, como siempre "a comprobar", casi me da la risa al imaginar su cara perpleja, no puedo se me ha olvidado como se ríe.

- ¡Santo Dios! ¡Es la cabeza de Juan! ¡El lo ha asesinado!.

¿A donde van?, corren despavoridos hacía los coches, gimen y gritan como críos. Más parecen unos locos acobardados que gente dispuesta a matar. Ni siquiera el propio Antonio conserva la cordura, tiene tanto o más miedo que los demás. Ya se van como alma que lleva el diablo, me he equivocado con ellos, lejos de provocar el instinto asesino los he amedrentado más. Tal vez mañana se decidan, ahora si mi estomago lo permite, dormiré.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que un poco de Sueroral o Bioralsuero le vendría bien al pobre cura...

Picazo dijo...

jajajaja, cabróncete, jajaja. POs sí que tiene empacho de fosfosoda.